Zapatero tenía –siempre ha tenido– dos opciones: romper con las formaciones separatistas y recuperar la firmeza contra el terror y la lealtad a la Constitución del Acuerdo por las Libertades, o proseguir su alianza estratégica con los separatistas de Estella en un frente anti-PP que haga recuperar la confianza de ETA en los inconcretos compromisos socialistas de cambiar el marco jurídico-político del País Vasco.
Si de algo ha servido la, por lo demás, vaporosa e hipócrita intervención de Zapatero en el Congreso ha sido precisamente la de dejar claro a todos los que le oyen –incluida ETA– que, bajo ningún concepto, el Gobierno del 14-M va a retomar la unidad constitucionalista con el PP frente a los separatistas.
Lo único que cabe reprochar a la brillante y tranquilizadora intervención de Rajoy, es que siga dejando que sea Zapatero quien fije el criterio de qué es y qué no es un "precio político por la paz", tal y como el líder del PP hace cada vez que insta al presidente del Gobierno a que se comprometa a que no va a pagarlo.
Rajoy ha preguntado insistentemente qué política antiterrorista va a llevar a cabo el Gobierno del 14-M a partir de ahora. No cabe duda de que será la misma senda de cesión que Zapatero ha denominado –y volverá a denominar– como "proceso de paz" y que ahora encubre –en el colmo de la desfachatez– como "nuevo pacto antiterrorista". Y ese "nuevo pacto antiterrorista", como el "proceso de paz", no es ni ha sido nunca otro que "el precio político" de Zapatero por una falsa paz electoral: a saber, el de sumarse a los partidos separatistas vascos que, con el PNV a la cabeza, acordaron con ETA el Pacto de Estella; los mismos partidos que posteriormente impulsaron el Plan Ibarretxe, los mismos que, más que nunca, siguen sin renunciar a las "nueces" soberanistas del "final dialogado de la violencia".
La infamia no deja de serlo porque consista en un juego de explosivas o claudicantes expectativas. Zapatero tiene que recuperar la confianza de ETA y convencer a los terroristas de que el gobierno no va a permitir que el "proceso se pudra". Hace seis meses pedimos que nadie se olvidara "de los recolectores del PNV". Si el PNV iba a ser imprescindible para cualquier avance soberanista en el marco jurídico-político del País Vasco, tanto más necesarios son ahora cuando, tras la "advertencia" y el "accidente" de Barajas, más hay que convencer a ETA de que el Gobierno del 14-M se va a poner manos a la obra, "con más firmeza y determinación que nunca".
Si de algo ha servido la, por lo demás, vaporosa e hipócrita intervención de Zapatero en el Congreso ha sido precisamente la de dejar claro a todos los que le oyen –incluida ETA– que, bajo ningún concepto, el Gobierno del 14-M va a retomar la unidad constitucionalista con el PP frente a los separatistas.
Lo único que cabe reprochar a la brillante y tranquilizadora intervención de Rajoy, es que siga dejando que sea Zapatero quien fije el criterio de qué es y qué no es un "precio político por la paz", tal y como el líder del PP hace cada vez que insta al presidente del Gobierno a que se comprometa a que no va a pagarlo.
Rajoy ha preguntado insistentemente qué política antiterrorista va a llevar a cabo el Gobierno del 14-M a partir de ahora. No cabe duda de que será la misma senda de cesión que Zapatero ha denominado –y volverá a denominar– como "proceso de paz" y que ahora encubre –en el colmo de la desfachatez– como "nuevo pacto antiterrorista". Y ese "nuevo pacto antiterrorista", como el "proceso de paz", no es ni ha sido nunca otro que "el precio político" de Zapatero por una falsa paz electoral: a saber, el de sumarse a los partidos separatistas vascos que, con el PNV a la cabeza, acordaron con ETA el Pacto de Estella; los mismos partidos que posteriormente impulsaron el Plan Ibarretxe, los mismos que, más que nunca, siguen sin renunciar a las "nueces" soberanistas del "final dialogado de la violencia".
La infamia no deja de serlo porque consista en un juego de explosivas o claudicantes expectativas. Zapatero tiene que recuperar la confianza de ETA y convencer a los terroristas de que el gobierno no va a permitir que el "proceso se pudra". Hace seis meses pedimos que nadie se olvidara "de los recolectores del PNV". Si el PNV iba a ser imprescindible para cualquier avance soberanista en el marco jurídico-político del País Vasco, tanto más necesarios son ahora cuando, tras la "advertencia" y el "accidente" de Barajas, más hay que convencer a ETA de que el Gobierno del 14-M se va a poner manos a la obra, "con más firmeza y determinación que nunca".
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